sábado, 2 de mayo de 2009

NUMEROLOGÍA...


Yo me subí a un piano verde,
y en lo alto, acariciando las nubes nacaradas
con las uñas sucias de sueño
de los dedos de los pies,
entoné la sinfonía primitiva de la aurora boreal;
marejadas de colores brincaban por todas las latitudes
anhelando la tersura húmeda de los besos bajo el sol.
Los latidos bailaban en la cornisa de las estrellas
y cantos de espuma hacían corvetas sobre las lunas
que la magia había dispuesto a manera de silencios
para que los psicodélicos maullidos zapotes
resonaran en el reflejo de un mundo sideral.
Todo por el placer celestial de convocar el firmamento
en torno al corazón e instrumento
y al conjuro de la inspiración melódica
sobre la partitura en blanco de los días sin pan.
Duró un instante; pronto recordé que no se tocar.
Las 21 cuerdas de seda tensaron la voz
ante el insondable aporreamiento de las teclas casi huecas.
La alegre, misteriosa y vital resonancia,
viró en bélicas lágrimas que sacudieron el polvo
y la simpleza de las notas
se tornaron en flexible movimiento de brazos y llamas
que asfixiaron el aire de divinidad.
Pompas de aceite negro, al contacto con los dedos,
hacen de noche al mar,
durmiendo con un beso de ceniza los ojos
y escurriendo los acordes entre manos parcas de metal.
Es invierno
y llueven en silencio olas de angustia y desesperación,
como un nudo que crece
por volver a tocar la luz atrapada en mariposas de cristal,
sentado en lo alto de aquel
piano alado…

0 impertinencias::

guión y dirección:

para encontrarnos